No me siento solo, porque la soledad es buena. Sabe mantenerse en silencio. No interrumpe un momento de placer absoluto que encuentro en los bagajes de la vida. Sabe dar tranquilidad, paz y mucha inspiración a mi vida.
No me siento solo, porque ella está conmigo. Ella, la soledad, Contemplando mis días, mis noches. Está conmigo en cada situación. Jamás se toma la libertad de entrometerse en mis asuntos, conoce su trabajo y lo cumple eficientemente.
El sonido tibio y melancólico de mi guitarra las comparto con ella. Se deleita incontrolable con cada sonido, con cada melodía que construyo en este cajón melódico. Ella sabe escucharme, sabe decirme al oído que estuve genial en la digitación. Ella no está para criticarme, no está para sermonear, no está para cuestionar mis deliberadas andadas. Ella está para acompañar mis días, mis noches, y mi vida entera. Ella, mi soledad, mi eterna compañera.
No se aleja, no me abandona. Esta donde estoy. Camina, ríe, celebra y llora conmigo. A cada tormento, a cada traición a cada fracaso ella dispuesta siempre a socorrerme. Cuando me siento derrumbado, cuando no encuentro sentido a la vida, ella, aliada con lo divino, está ahí, conmigo, encontrándole razón a todo. Llenando mi vida de esperanza y de mucha fe.
No sé si te seré fiel eternamente compañera. No sé si algún día te deje de lado. No sé si aparezca alguien y te arrebate de manera procaz el lugar que te ganaste meritoriamente. Si eso pasa estoy seguro que entenderás y no guardaras rencor alguno, contrariamente estarás feliz y dispuesta a socorrerme ante un eventual desamor.